Salvo alguna cosa, todo tiene que cambiar.
Cuando las propinas salían a
raudales de la cueva de Alí Babá se instalaba una conveniente “omertá” social o
un “¡mirad para otro lado!”. Hoy la miseria social devuelve la mirada furiosa
hacia la casa de los cuarenta y su jefe.
Sin embargo, la indignación por
sí sola no nos sacará del barro. Hace falta razón
además de pasión. Un nuevo proceso constituyente con más participación y
control ciudadanos en la cosa pública
se debe abrir paso para evitar el desencanto definitivo y la disgregación de
nuestra sociedad. Más democracia en el mundo económico, no sólo en el político,
se hace necesaria. Los corruptores son tan corruptos como los corrompidos y los
que han callado, otorgando y votando, cómplices máximos de lo que ocurre. Díaz
Ferrán, hoy encarcelado, ejemplifica el desastre al que asistimos. “Hay que
trabajar más y ganar menos” decía quien trabajaba menos y ganaba, o más bien
robaba, más.
Empresas ligadas a la
contratación pública hacían su agosto repartiendo dádivas entre lacayos que,
convenientemente, las colocaban en Suiza. La política económica de las últimas
décadas en España y en la Región de
Murcia no se ha realizado de acuerdo con la planificación democrática
que consagra nuestra Constitución. Es decir, no se ha tenido en cuenta las
necesidades reales de la sociedad sino los intereses de algunas grandes
corporaciones interesadas en amasar fortunas a costa de quienes sí pagamos
nuestros impuestos. Aeropuertos, Palacios de la Ciencia, AVEs, autopistas de
peaje, etc. A ello ha acompañado una legislación orientada al atraco sistemático a la ciudadanía: ley
del suelo para la especulación, leyes
para la privatización de servicios esenciales a la comunidad: energía,
telecomunicaciones, agua, etc. lo que ha supuesto un vergonzoso incremento de
los precios de consumo. Todo ello con la
conveniente colaboración y posterior colocación, simplemente girando la puerta
del gobierno hacia la corporación privada y viceversa, de quienes, tanto del
PSOE como del PP, nos han gobernado desde la transición democrática.
Los sobres de Bárcenas son la
expresión máxima de la podredumbre general del sistema. Pero no basta con
lamentarse. Es indispensable proponer un cambio radical tanto político como
económico e institucional. Una nueva Ley electoral y una profunda regeneración
democrática adoptando modelos de transparencia como el de Noruega, una política
económica solidaria y sostenible para crear empleo con impulso público y unas
instituciones donde la res pública esté
atravesada por la participación y control de la ciudadanía, y en donde los
postulados de Montesquieu no sean una quimera o una farsa. Debemos recuperar el
espíritu de los sans- culottes y
reivindicar Democracia Real Ya. Esta no puede seguir siendo la tierra de Don
Vito Corleone.
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