Salvo alguna cosa, todo tiene que cambiar.


El hundimiento actual del modelo político, económico y social se hace patente tras décadas de ocultación de sus propias miserias. Un velo escondía las profundas grietas del sistema. Pero como había cierto reparto del festín la mayoría callaba y se agarraba a presuntos fetiches de estabilidad. Ahora, todo se ha venido abajo y los incautos se preguntan, desconcertados, ¿qué ha pasado?

Cuando las propinas salían a raudales de la cueva de Alí Babá se instalaba una conveniente “omertá” social o un “¡mirad para otro lado!”. Hoy la miseria social devuelve la mirada furiosa hacia la casa de los cuarenta y su jefe.

Sin embargo, la indignación por sí sola no nos sacará del barro. Hace falta razón además de pasión. Un nuevo proceso constituyente con más participación y control ciudadanos en la cosa pública se debe abrir paso para evitar el desencanto definitivo y la disgregación de nuestra sociedad. Más democracia en el mundo económico, no sólo en el político, se hace necesaria. Los corruptores son tan corruptos como los corrompidos y los que han callado, otorgando y votando, cómplices máximos de lo que ocurre. Díaz Ferrán, hoy encarcelado, ejemplifica el desastre al que asistimos. “Hay que trabajar más y ganar menos” decía quien trabajaba menos y ganaba, o más bien robaba, más.

Empresas ligadas a la contratación pública hacían su agosto repartiendo dádivas entre lacayos que, convenientemente, las colocaban en Suiza. La política económica de las últimas décadas en España y en la Región de  Murcia no se ha realizado de acuerdo con la planificación democrática que consagra nuestra Constitución. Es decir, no se ha tenido en cuenta las necesidades reales de la sociedad sino los intereses de algunas grandes corporaciones interesadas en amasar fortunas a costa de quienes sí pagamos nuestros impuestos. Aeropuertos, Palacios de la Ciencia, AVEs, autopistas de peaje, etc. A ello ha acompañado una legislación orientada al atraco sistemático a la ciudadanía: ley del suelo para la especulación, leyes  para la privatización de servicios esenciales a la comunidad: energía, telecomunicaciones, agua, etc. lo que ha supuesto un vergonzoso incremento de los precios de consumo.  Todo ello con la conveniente colaboración y posterior colocación, simplemente girando la puerta del gobierno hacia la corporación privada y viceversa, de quienes, tanto del PSOE como del PP, nos han gobernado desde la transición democrática.

Los sobres de Bárcenas son la expresión máxima de la podredumbre general del sistema. Pero no basta con lamentarse. Es indispensable proponer un cambio radical tanto político como económico e institucional. Una nueva Ley electoral y una profunda regeneración democrática adoptando modelos de transparencia como el de Noruega, una política económica solidaria y sostenible para crear empleo con impulso público y unas instituciones donde la res pública esté atravesada por la participación y control de la ciudadanía, y en donde los postulados de Montesquieu no sean una quimera o una farsa. Debemos recuperar el espíritu de los sans- culottes y reivindicar Democracia Real Ya. Esta no puede seguir siendo la tierra de Don Vito Corleone.  

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