EL NUEVO EL DORADO



Vivían dentro de un gran tubo, bajo un puente, en la Rambla de Albuñol, Granada. Eran cuatro inmigrantes del este de Europa que eran explotados en los invernaderos de la zona. Eran cuatro seres humanos, cuatro habitantes de este planeta común, troceado por fronteras artificiales, que buscaban algo que llevarse a la boca. Eran cuatro personas que no vivían en una casa sobria pero digna. No, vivían debajo de un puente, junto a un cauce traicionero y mortal. Eran cuatro humanos que no tenían contrato de trabajo, ni seguridad social. No, sólo sus manos para laborar de sol a sol y recoger unos escasos euros al término de la agotadora jornada. Sólo la mujer se pudo salvar, al marcharse antes de la llegada de la tromba de agua y barro. Ellos, Stepas, Nicola y el tercero, aún sin identificar, perecieron junto a sus sueños en El Dorado de una nueva Granada europea de plásticos, avaricia, indiferencia e inhumanidad. No, no fue, para ellos, El Dorado de la leyenda del Virreinato de Nueva Granada donde supuestamente existían abundantes minas de oro. 

Dos lituanos y un ruso, tres inmigrantes con poco equipaje y bolsillos vacíos, serán pronto olvidados como lo serán Aylan Kurdi, su hermano Galib y su madre. Como son olvidados los miles de seres humanos engullidos por el Mare Nostrum Mors (mar nuestro de muerte). Sólo la memoria podrá rescatarlos del olvido y la indiferencia. Pero la memoria, no lo olvidemos, exige combatir permanentemente las iniquidades de este mundo de indiferencias. Sólo la acción nos mantendrá vivos y alejados de la amnesia del dolor humano.

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